Asesinato a la fuerza (Parte 3)

~ lunes, 18 de mayo de 2009

[Tercera parte y desenlace del relato que empecé hace dos semanas. Si no has leído ni la primera ni la segunda parte, te invito a que las leas primero para llegar con la historia actualizada al gran desenlace. Las tienes aquí al lado, en el historial de actualizaciones. Por lo demás… ¡Disfruten y, después déjenme un comentario! ¡Me hará muchísima ilusión y se asegurarán que yo haga otra cosa de estas dentro de poco! ¡Gracias de antemano!]

Os resumo la situación: Fui a matar a un hombre. Descubrí que tenía esposa. La dormí y la encerré en el cuarto de baño y cuando volvía al dormitorio… descubrí que tenía una hija que empezó a gritar y despertó a su padre. Así que ahora estoy en la puerta de la habitación, con una niña de no más de doce años en el pasillo mirando como apunto a su padre con una pistola, y con un hombre al que debo matar sentado en su cama. Y todo por culpa de una persona que conocí hace un par de días. ¿He mencionado que yo, hace una semana, era una persona completamente normal? Pues eso.

No puedo matar a un hombre en presencia de su hija. Mi mente actúa rápido y rápidamente manda a mi boca que diga: “Dígale a su hija que se vaya a su habitación y cierre la puerta. ¡Vamos!”. El hombre retransmite el mensaje tal y cómo se lo he dicho. Miro a la niña. Aguanta estoica en el pasillo. ¡Tiene agallas la pequeña! Sabe que, mientras esté allí, no atacaré a su padre. Y debo suponer que habrá deducido que no podría hacerla daño. Por eso, supongo, veo que se acerca a mi corriendo y me pega una patada en le espinilla. ¡¡¡Auuu!!! Grito de dolor. Sin pensarlo le pego una bofetada a la pequeña. Sale volando hacia atrás y cae en el suelo. Se agarra la cara y empieza a llorar a grito pelao.

Miro a su padre. La rabia le sube por momentos. Se lo puedo notar en sus ojos. La niña sigue llorando a todo volumen. Mmm… Si sigue así va a despertar a todo el vecindario y, seguro, que habrá alguien en ese vecindario que llamará a la policía. De hecho, de no ser yo el criminal, probablemente sería ese vecino. Ansioso, gritó al hombre para que haga callar a su hija. Él lo intenta pero la niña no cesa en sus alaridos. Tengo que hacer algo pronto. Estoy desesperado. Tan desesperado que, dejando atrás el raciocinio que tenía antes, mi instinto de supervivencia sale a la luz y le pego un tiro a la niña en el pecho. ¡Bang!

Los berridos de la hija paran y son sustituidos por sonoros jadeos. Un borbotón de sangre sale del agujero que ha dejado la bala. Sus manos pasan de la cara al pecho y aferran su camisón con fuerza. Fuerza que poco a poco va desapareciendo. Lo conseguí. He matado a una niña. Y no, no me siento orgulloso de ello. Estoy a punto de llorar. ¡De verdad que no quería!

Y en esas estoy yo, pensando en lo bajo que he caído, cuando una fuerza me tira al suelo. Caigo al lado de la niña boca abajo. Pero rápidamente las manos del padre tiran de mi y me ponen boca arriba. Puedo ver la rabia descontrolada, la ira de un padre que ha visto cómo mataban a su hija. Empieza a darme puñetazo tras puñetazo en la cara. Duelen. Duelen mucho. De hecho, duelen tanto que empiezo a notar cómo la boca me sabe a sangre. ¡¡Ay!! De un puñetazo me rompe la nariz. Bueno, o eso creo. Como un acto reflejo, subo la pistola que sigo teniendo en la mano y la disparo no sé dónde.

La cara de él se transfigura del odio irracional a la inexpresividad total. Un poquito de sangre sale de algún lugar justo encima de su cabeza mientras cae encima mía. Me quedo un par de minutos con su cuerpo encima mío, reflexionando sobre lo que acabo de hacer. He matado a dos personas. Bien. No entraba en tus planes para la vida, ¿verdad? Y una de ellas era una niña. ¡Una niña! Bueno… Como dije hace un par de horas, lo hecho hecho está y no vale la pena atormentarse voluntariamente por ello. Ya se encargará mi subconsciente. Al menos, habré pagado la deuda que tenía con mi “amigo”. Un momento…. ¿Horas? Pero si habrán sido a lo más diez minutos los que habrán pasado desde que llegué a esta casa. Sí… Según mi reloj, diez minutos justos. Diez minutos has tardado en pasar de ser un ser humano a ser un monstruo. ¡Muy bien! ¡Te vas superando!

El ruido de un reloj dando la hora me saca de mis pensamientos. Con dificultad quito el cuerpo del hombre de encima mío y me levanto. Miro la escena. Los dos cuerpos allí tirados… Mejor no me entretengo. Los malos tragos mejor pasarlos deprisa. Bajo disparado hacia la cocina. Ya no importa ser silencioso que no. Saldría por la puerta y me olvidaría de todo pero… mi cabeza piensa en la mujer que está durmiendo en el baño. Así que pillo un boli que hay en la encimera, uno de esos post-it en blanco y garabateo algo. O lo intento, porque la mano tiembla que da gusto. Después arranco el post-it y subo las escaleras. Lo pego en la frente de la niña. Creo que es el mejor lugar. Seguro que ahí la madre lo ve. Antes de salir, le quito el seguro a la puerta del baño. Luego bajo las escaleras.

Mientras salgo por la puerta de atrás no me puedo quitar la imagen de la niña muerta de la cabeza. Sé que pasará mucho tiempo antes de que se me quite del todo. Lo curioso de todo es que la imagen que tengo en la cabeza incluye el post-it que dejé en la frente de la niña. Ese en el que pone “Lo siento”. Un “Lo siento” que me perseguirá día y noche, allá dónde vaya. Un “Lo siento” que no me dejará volver a ser el mismo. “Lo siento”. Dos putas palabras que cambiarán mi vida. ¡Tiene narices la cosa! FIN

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