Delito inconfesable

Nadie sabía lo que allí pasaba. La policía había acordonado la zona y no dejaba pasar a nadie que no estuviera previamente identificado. Alrededor se había formado un corrillo de gente que miraba curiosa la escena. Un par de televisiones locales y alguna nacional ya tenían a sus respectivos corresponsales de pelo engominado y mirada indiferente fingiendo algún interés mientras daban la crónica para las noticias de la tarde.

El inspector hizo acto de aparición. Después de identificarse y pasar el cordón policial, se acercó a un agente y pidió el informe de la situación. Según se lo iba contando el agente, el inspector no podía dar crédito a sus oídos: el caso era verdaderamente retorcido. Un caso de los que nadie sabe cómo tratar. Una autentica atrocidad contra-natura. El inspector calló al policía: no quería oír más. Eso era demasiado para él. Se iría a su casa y tendría horribles pesadillas. “Y mira que llevo ya veinte años de servicio, ¿eh? Pero esto me supera…” Se arregló la gabardina, echó un ojo al escenario del crimen mientras pegaba un respingo y cruzó el cordón policial.

La escena del crimen era un banco de madera en pleno parque del centro de la ciudad. Allí seguía sentado el sospechoso, un venerable anciano, que miraba como su víctima era atendida por los servicios sanitarios. “Stress post-traumático” le habían diagnosticado al pobre iluso. Un hombre de treinta y pocos que había visto, sin él quererlo, como ese “depravado anciano”, como él lo llamaba, le había felicitado la navidad con una amplia sonrisa. ¡Le había hablado sin conocerle! Y lo que era peor… ¡le había felicitado la navidad estando a finales de Diciembre! ¿¡Se podía ser más despreciable!?

El anciano fue detenido, puesto a disposición judicial y acusado por “felicitación de fiesta religiosa con ánimo y alevosía” a cinco años de prisión. Murió a los tres por felicitarle el Domingo de Resurrección a un asesino confeso. Los guardias no pudieron impedirlo.


~ jueves, 7 de enero de 2010 0 comentarios

Chándal-man

Los que me conocen en la vida real sabrán (y si no lo saben, entonces es que no se fijan mucho y por ello merecen ser ampliamente tachados de ser gente que no se fija mucho) que, salvo que la etiqueta mande de forma obligatoria, yo siempre suelo ir en un pantalón de chándal. Lo de la parte de arriba varia, sí, pero lo de abajo siempre es un pantalón de chándal. ¿Por qué? Supongo que por comodidad. O por el hecho de que creo (otra cosa es que sea verdad) que unos pantalones vaqueros le quedan horripilantemente ajustados y mal a una persona con el perimetro panzil que tengo yo ahora. Siempre digo que si pierdo peso me pondré unos vaqueros. Y lo mantengo. Esta singuralidad de mi persona hasta lo que yo sé es ampliamente aceptada por mis amigos. No obstante… ayer pasó algo que me hizo “enfrentarme al sistema”.

Me llama un amigo mío para decirme que sus amigas han organizado una fiesta de nochevieja en un local que tiene una de ellas. Otras veces he salido con esas chicas y, la verdad, jamás me lo he pasado mal. Tampoco me lo he pasado excepcionalmente bien no obstante así que tengo mis dudas sobre si ir o no. Al final digo que sí. Nos ponemos de acuerdo en las pequeñeces técnicas y de repente me suelta: “Oye, que las chicas me han dicho que no vengas en chándal.” Me quedo mudo. ¿Pero no vamos al local del padre de una de las chicas? ¿No vamos a hacer la fiesta allí? ¿Qué coño importa que yo vaya en chándal o no? A ver… si me dijeran que se van a una discoteca de esas que para pasar es obligado ir con ropa de vestir, entonces soy el primero que saco mi pantalón de vestir y me lo pongo pero… ¡maldita sea! ¡Qué vamos a estar en un local privado! ¡No va a haber ningún gorila en la puerta que me diga “No puedes pasar”! Le digo que no voy más por pura terquedad que por otra cosa, nos despedimos y cuelgo el teléfono.

La nochevieja la pasé en casa, con mi señora madre y mi señora perra, viendo la tele y escuchando buena música. En cierta manera, no echo de menos el no haber ido. Solo me quedan ver las fotos para ver si lo que me perdí fue algo épico o no. Pero me da que no.

PD: Si fuera bueno dibujando, haría un webcomic personal con las aventuras del verdadero “Chándal-man”, un servidor de ustedes. Otra cosa a la lista de cosas que nunca haré. Y ya van… 


~ sábado, 2 de enero de 2010 1 comentarios