Asesinato a la fuerza (Parte 2)

~ lunes, 11 de mayo de 2009

[Hola, hola, amiguitos. Bienvenidos a la segunda parte de “Asesinato a la fuerza”. ¿Lo recuerdan? Era un relato que empecé hace justo una semanita. Lo tienen en el historial de actualizaciones si no lo leyeron. Si sí lo leyeron… ¡Disfruten la segunda parte! ¡Y en una semana, el desenlace! ¡Viva y bravo!]

Me acerco un poco más a la cama. Miro la cara de él. Luego veo la foto: Es el hombre al que tengo que matar. No hay duda. Lo único que en la realidad tiene algún pelo menos y alguna arruga más pero por lo demás él y su foto son idénticas. Me rascó la barbilla. ¿Cómo puedo matar a un hombre sin que su mujer, que duerme al lado, me moleste en demasiá? ¡Ay, iluso de mi, que pensaba que sería tan fácil como llegar, pegar un disparo en la cabeza y salir de la casa! ¡Por qué no vives sólo, mi futura víctima!

Mi mente se enciende. ¡Ya está! Salgo de la habitación deprisa pero intentando a la vez no hacer ruido. Abro la puerta de al lado, la del centro del pasillo. Entro en el servicio. Me pongo enfrente del armario-espejo encima del lavabo. Antes de abrirlo, me dedico un par de segundos a mirar a mi otro yo del espejo. No parece la imagen que veo todos los días al despertarme. De hecho, no parece que él y yo seamos la misma persona. Pensando en lo deteriorado que me está dejando esta nueva vida, abro la puertecilla y agarro el bote de Morfina y el paquete de algodón. Están uno al lado del otro. Casi como si estuvieran destinados a que yo los utilizara.

Vuelvo a la habitación. Con manos temblorosas, desenrosco la tapa del frasco, cojo un buen trozo de algodón y lo empapo en morfina. Venga, va. Ahora o nunca. Momento de pasar a la acción. ¡Venga, vamos, que tú puedes!

Coloco el algodón en la boca de la mujer, procurando que también le tape la nariz. Abre los ojos y empieza a luchar. Le agarro la cabeza para que no se le quite el algodón. Tras segundos (que se me han hecho horas) de intensa lucha, la mujer cae dormida, inerte. Antes de hacer nada, miro a su marido. Solo por si acaso. No pasa nada. Sigue durmiendo como un bendito.

Considero que lo mejor que puedo hacer es trasladar a la mujer al baño. Por eso de que lo mismo al lado del marido se despierta con el disparo. Además. en el caso de que se despierte, ya la tengo encerrada y no me dará problemas. Sí, todo son ventajas.

Aparto las sabanas con cuidado (ahora solo faltaría que se despertase el marido) y pongo su cuerpo entre mis brazos. Mis manos acarician su ropa interior. Sería una situación extremadamente excitante si no fuera porque ya vengo excitado de casa. Así que para mi no es una mujer en este momento. Solo es un bulto más (Bulto que, todo sea dicho, pesa lo suyo. ¿Han venido ustedes alguna vez de hacer la compra del mes con las bolsas en la mano? Pues se pueden hacer una idea. Quizás más diría yo.) que arrastro por el pasillo hasta el baño y dejo caer en la bañera. Me sorprende que el marido no haya oído nada: lo he intentado pero creo que fracasé en mi intento de ser sigiloso. Cierro la puerta del baño. Echo el seguro y, asegurado de que la tía no va a poder salir de su propio baño, doy la vuelta y vuelvo al dormitorio.

Estoy pasando por la puerta de la habitación cuando un grito me perfora los tímpanos. Tiro la pistola y me tapo los oídos. ¿¡Pero quién cojones…!? Me giro. En medio del pasillo veo una niña pequeña, de no más de 12 años, vestida con un camisón largo y gritando como una cerda. ¡No sabía yo que el bastardo este también tenía una hija!

Oigo un “click” a mis espaldas. ¡Perfecto! El tío con los gritos de su hija se ha despertado y acaba de encender la luz. Y entre medias de los dos, yo sigo en la puerta de la habitación. Él me mira. Yo le miro. Podría aprovechar para matarle ahora. Cojo la pistola del suelo, apunto y… ¡Un momento! La niña sigue mirándonos. Y vale que pueda matar a una persona (algo que, hace escasos días, ni me hubiera planteado pero… c’est la vie, supongo) pero matar a un padre justo enfrente de su hija… No, eso no puedo. Pero claro… Si no mato al hombre, mi “amigo” (maldita la hora en el que empecé a llamarle así) no me lo toleraría. Además, seguro que el padre ya me ha visto la cara y no tardaría en denunciarme. No sé qué hacer, la verdad…

[Se lo dije la semana pasada y se lo digo esta. Háganme el favor de comentar. Es mucho para mi qué comenten esta entrada. Me costó lo mío escribir la historia. (Una tarde entera desperdiciada) Se aceptan sugerencias sobre cómo terminará todo. Ya lo tengo escrito pero… ¡seguro que la satisfacción que les dará cuándo vean que han acertado les llena incluso más! ¡Nos vemos la semana que viene con el desenlace! ¡Adiós, amigos!

1 comentario:

Alfonso dijo...

Pues esta bueno. Ya se que dijiste que no era un relato gracioso, pero la forma de contar la historia me ha sacado varias carcajadas (o quizas es que yo sea sádico, todo puede ser xD) Si me dieras a elegir, yo diría que todo debería acabar con el tipo matando al padre y a la hija (si, se confirma, soy tremendo sadico xD) y la esposa no se, puede pasarle cualquier cosa xD

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